CUANDO SOÑAR ES VIVIR

Hay artistas, rigurosos conocedores de las más distintas técnicas de su oficio, para los que el hecho de pintar se resume en el intento de trasladar al lienzo los perfiles y el alma de los que ellos entienden como realidad. Y otros, que ajenos a lo que les rodea, construyen con formas y colores una realidad pictórica claramente diferenciada de su entorno vital, aunque plena de fuerza y de belleza.

Pero aún existe otro grupo de creadores que, encerrados en sí mismos, entremezclando sueños y vivencias, producen una obra apasionada e íntima en la que toman cuerpo recuerdos infantiles, concepciones oníricas ó angustias interiores convertidas en arte. A este grupo pertenece el pintor extremeño Manuel Santiago Morato. Un artista sensible y vigoroso que, condicionado por su limitación física, se ve obligado a expresarse en lienzos de pequeño tamaño, en los que condena toda la grandeza de su espíritu y deja patente su ejemplar conocimiento del oficio. Una sabiduría técnica que nunca se alza como protagonista sino que se somete, sin violencia, a la poética de la narración.

Una pincelada breve e incisiva, dibuja sobre el lienzo contornos y perfiles, personajes lejanos, perdidos en un tiempo que quizás no ha existido, se hacen vida y color y nos cuentan una historia imposible y deslumbrante- El maestro de la crítica, Manuel Augusto García-Viñolas ha escrito, con su habitual agudeza, juzgando la obra de Santiago Morato. "Se puede hacer una gran pintura en pequeño, como también se hace miserable pintura en grande".

Ahora, cuando buena parte de los maestros reconocidos de la pintura contemporánea española y la casi totalidad de los que hoy empiezan a abrirse camino utilizan las grandes formatos en la realización de sus obras, enternece y reconforta la contemplación de estos lienzos pequeños de tamaño e inmensos de talento, en los que se entremezclan la leyenda y la sátira, el poema y el juego, la alegría y la muerte, en una zarabanda teatral en la que resuenan los ecos lejanos del Arcipreste de Hita y las voces cercanas de un nuevo carnaval.

Soberbio dibujante, dominador rotundo de la línea y del color, ha creado durante años una obra barroca, emocionada y bella, abarrotada de pequeños personajes trascendidos de luz, sorprendidos en una peripecia de su propia existencia, y que nos producen el temor de que, si cerramos los ojos, cuando volvamos a abrirlos pueden haberse escapado del lienzo.

En los últimos años, Santiago Morato ha iniciado un nuevo camino pictórico y sin abandonar del todo la figuración, se ha entregado, con la misma pasión, al juego inacabable de lo abstracto demostrando una vez más la amplitud de su talento, la elegancia de su concepto plástico, la espontaneidad de su creación y el sorprendente equilibrio de sus planos de color, en un ejercicio vitalista y gozoso en el que reafirma su oficio de pintor.

Esta exposición antológica, que se convierte en un justo reconocimiento a la labor profunda y silenciosa de Santiago Morato, nos permite asomarnos a la contemplación de una gran parte de su obra. Una obra sincera, honrada, personal, nacida de espaldas a las tendencias y a las modas pasajeras, que ha sido creada y amada lentamente, y que se nos ofrece estremecida de belleza y de dolor. Porque detrás de la sonrisa constante del pintor, se esconde la tristeza de un hombre que conoce lo amargo de la vida y que todos los días logra hacer el milagro de cambiar su amargura por amor.

Mario Antolin Paz
Catálogo Exposición Museo de Bellas Artes de Badajoz, diciembre 2002

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