ARTISTAS EN EL ESTUDIO
M. Santiago Morato –que en estos días y en una sala de arte de la calle Alcalá tiene abierta su segunda exposición madrileña– vio la luz en una isla pictórica. Y no afirmamos esto porque consideremos que en torno a su pueblo natal, Los Santos de Maimona, se encuentre el vacío artístico. Extremadura, y sobre todo la provincia pacense, es fértil tierra de pintores. Por el contrario, considerándola como un archipiélago de buenos y templados pinceles –Badajoz, Fuente de Cantos, San Vicente de Alcántara, Torre de Miguel Sesmero, Fregenal, etc.– la llanura fecunda y prolífera –ya que no el Teide cimero– correspondería a Los Santos. Pueblo de reiteradas y mantenidas vocaciones que bajo la pastoría vocacional de los Tinoco da una nómina cuantiosa de artistas “inasequibles al desaliento” y pueden en su fiesta mayor celebrar, cada año –caso insólito– una renovada exposición con exclusivas aportaciones de artistas indígenas.
De ahí que el germen de la inclinación hacia el arte pudiera florecer en la puericia difícil de nuestro hombre. Cuando se habla de carencias o disminuciones que alicortan lo humano debería también hablarse de la fuerza solar del sentimiento artístico madurando al varón, glorificándolo en su debilidad. El dibujo y el color que empiezan siendo un hallazgo y el consuelo para Santiago Morato, en su infancia lúcida y motóricamente frenada por adversa dolencia, constituyen hoy el centro y el fulgor de decisión y de pura entrega al arte.
D“Esta fuente que brota de lo más auténtico de mi ser, el regazo de mi ensueño, mi cobijo, el refugio inefable, que tiene su dolor y alegría, sus espinas y flores”. Emocionante declaración que vale por muchas páginas de espesa biografía.
Tiene su estudio Santiago Morato en la antigua Biblioteca del Centro Nacional de Reeducación de Madrid, dependencia llena aún de libros y legajos por doquier, un estimulante olor a aguarrás y pintura fresca, y le fue cedido por el centro del que es Profesor de Dibujo, por oposición desde 1960, después de haberse educado y conseguido allí mismo el vencimiento de sus dificultades físicas y superado su aprendizaje profesional en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
Al departir con Santiago Morato no hay temor a caer en la banalidad o en lo intrascendente, porque él sabe muy bien del sudor y yo diría casi de la sangre que le costó encontrar su verdad. Hay corazón y entraña en cuanto dice como en cuanto hace.. Recordamos la vida, el grito de hiriente realidad de aquel enorme lienzo que le valiera el premio del Ayuntamiento de Badajoz en la III Bienal Extremeña. Aquella mujer barriobajera encinta, enmarcada a la puerta de su chabola, envuelta en goyescas resonancias y sin embargo de personalísima etiqueta.
En la IV Bienal vuelve a obtener la Medalla de Plata. Resalta la constante humana en su temática. Los humildes ejemplares que palpitan, sufren y luchan asfixiados por el contorno y que irradian sus sentimientos, su mundo interior de silencio, de amor o incomprensiones en el atisbo y centelleo de los ojos. Alma delicada y sensible la suya que ha mordido el pan del dolor, sabe muy bien describir su arte.
“Me gusta ser –nos manifiesta–vigoroso, pintar a zarpazos casi, cuando el tema requiere una voz enérgica, pero no puedo hacer lo mismo con una madre que abraza a su hijo pequeño. Aquí quisiera ser todo ternura, porque recuerdo aun el calor de mi madre, de todas las madres”.
Hombre de su tiempo, con acusada personalidad, es también infatigable trabajador, buscador de horizontes. Ha realizado trabajos de investigación artística en París, subvencionado por la Comisaría General de Protección Escolar. Yo le he visto mantener con candorosa curiosidad una larga conversación con otro inquieto artista a quien admira, con Guillermo Silveira, siempre buscando la posibilidad de algo distinto.Prefiere a la decantada unidad y monotonía de doscientos cuadros semejantes, el “equilibrio entre tema, composición y color, como tres voces de un coro”, pero con las innovaciones que la técnica moderna ofrece. En M. Santiago Morato hombre y artista, se abrazan y estrechan íntimamente.
Antonio Zoido Díaz
Diario Hoy , mayo 1971