EL ÁRBOL Y LA SOMBRA: CONFESIONES DE UN GENIO DE PUEBLO

Los Santos de Maimona es tierra de artistas, de pintores y escultores. Así la familia Tinoco, con Mauricio catedrático de Bellas Artes en Sevilla, ó Alejandro, excelente pintor. Luis Gordillo Salas era un pintor santeño que coincidió en vecindad madrileña con Morato, se le conocía como "Luis, el artista".

Hijo de Antero Mancera Pérez, es José Mancera Martínez, excelente y fino acuarelista, Ramón Fernández Moreno, pacense de adopción, también felizmente vivo entre nosotros, o Manuel Rodríguez Pachón pintor local, siempre avencidado en este lugar mágico de casas blanquísimas y, en este ambiente vive y crece Manuel Santiago Morato.

¿Quién es Manuel Santiago Morato Tinoco? ¿Quién es como pintor? ¿Nace el artista hecho? ¿Se hace luego? Eso, ¿nace o se hace? ...peguntas ante un genio que me hago en una tarde de agosto, con el sol escondido y con las cigarras de guardia.

Era pequeño y rogaba a los demás que le pintaran un árbol. Pero cuando lo veía, arrugaba el ceño y decía contrariado "esto no", como dijo Ortega ante el sesgo de la II República. Ese no era el árbol que esperaba ´el, una criatura segura de saber lo que quería, aunque aún no supiera hacerlo. Convencido de que aquello que le presentaban no era el árbol con personalidad definida, sino un árbol neutro, sin carácter. ¿Qué dibujo necesitaba ver el artista en ciernes? Eso no lo sabíamos entonces. Manolo procedía de una familia de chacineros. Su abuelo había nacido en Cumbres Mayores. Así que no hay antecedentes ciertos de pintores en su sangre. La chacinería era, de siempre, un arte hecho con cuidado y amor, pero se quedaba en pura artesanía. Manolo quería y buscaba algo más.

En los primeros años escolares "ya hacía cosas", me confiesa, "tendría yo seis ó siete años". Un maestro suyo observó esa capacidad poco corriente y la precisión al dibujar con tizas de colores. La actividad de pizarra en las aulas le hizo acostumbrarse a la pìntura de murales. SU maestro le llevaba pinceles y él copiaba el TBO. El TBO fue –a su entender- una escuela de ingenio y de dibujos que llenó con mucha fuerza el sano entretenimiento de los jóvenes.

Manolo se carteaba con pintores e iba aprendiendo, desde el consejo y el asesoramiento técnico, la manera de aproximarse a otros estilos, a otra técnica que le iban a servir. Se puso en contacto Morato con José Antonio Elola Olaso, que era entonces Delegado Nacional de Juventudes, logrando, gracias a su intervención, una beca con la que pagaba su estancia en una residencia de estudiantes en el Paseo de la Habana en Madrid.

Ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y se preparó para el ingreso en el Museo de Reproducciones Artísticas realizando, en la prueba de acceso, un dibujo excelente. Confiesa su aprendizaje, su largo aprendizaje en épocas difíciles. Y rememora a un alumno llamado Manuel Alcorlo. Era éste natural de Madrid y según confiesa Morato" poseía una facilidad tan increíble para el dibujo que nunca jamás he visto cosa igual, el tío era un genio".

Creo que su primera exposición fue tempranamente, en su pueblo, luego en algunos locales de Sindicatos, cerca de la plaza de España. Se vendió bastante. Muy pronto comenzaron a pagarle sus cuadros en el extranjero, entre otros lugares EE.UU. Tiempos "en los que pintaba con gran ligereza, pensando en sacar dinero, Pues ya no tenía beca". Pero esta situación de pintar "por necesidad comercial" pensó que no le llevaba a ningún sitio bueno, aunque le arreglaba el bolsillo".

Sus paseos por Madrid eran fuentes de inspiración y, casi más, de maduración, sobre todo al acercarse al Museo del Prado. Pasear por ese museo era "volverse loco", confiesa. Se mezcla la complacencia con la consabida impotencia al ser consciente que no podrás alcanzar la altura de algunos singulares maestros. pero era necesario ver, y ver, y ver, porque "el pintor con cualidades que ve buena pintura.. acaba pintando".

En los aspectos más modernistas de Morato influyó Tapies, "Y es que a mí me gustaban las paredes viejas del pueblo, a veces mojadas, rotas, en ocasiones con moho. Y entonces pensé "éste Tapies pinta lo que yo recuerdo, lo que yo aprecio". Y por ello considera que ese período de la infancia es tiempo clave para lo que el artista será después.

"Yo no sé si un pintor está siempre aprendiendo, pero si es verdad que siempre ha de estar evolucionando". Morato piensa "lo que hago puede resultar maravilloso, pero no tanto, porque uno ha de ser el primero en buscar los defectos de su obra"

Extremadura es para este santeño una referencia en su subconsciente, un campo de reposo, un lugar seguro para el espíritu. Para algunos pintores la tierra impregna la acción artística sin poder evitarlo, y eso es el costumbrismo o el tipismo. ·Así era Eugenio Hermoso, que me invitó a su casa y me explicaba el sentido de sus cuadros. Para él –según me confesaba-, la pintura moderna no es nada".

¿Cómo concibe Morato un cuadro? ¿Cúal es la inspiración, donde está la chispa? Pues mira, a mi me gustaba escuchar la radio y me sobrecogía y ascendía, en silencio, a la trama de las obras de teatro. Oía el teatro, pero en realidad veía el teatro al escuchar el diálogo. Pero yo hacía algo más. Como no podía verlo del todo, colocaba caras a los actores y los vestía, colocaba cara a los actores y los vestía y los situaba en escena, es decir, los pintaba sin pinceles, así empecé a pintar sin manos, sin lienzo, pero completando la obra en mi mente".

Manuel Santiago Morato amaba el color y disfrutaba con las compañías de teatro, con n sus atuendos su luminosidad y colorido. Con esos escenarios casi de ensueño o de magia que alumbraban obras como Hamlet o Romeo y Julieta. Así fue todo, poco a poco, tomando el pulso mental y manual al misterio de la escena, a fin de trasladarlo más tarde al liento. Tanto el ha influido la representación cómica o dramática que se acostumbró a meter mucha gente en sus cuadros. Sus obras son en ocasiones toda una representación.

"Cuando alguien dice, éste es un Morato, estamos en situación de decir que el pintor inventa su pintura, eso ocurre cuando el cuadro trasciende la propia personalidad del autor". Y es en ese mundo de gentes y situaciones quien va pidiendo al artista el color y la armonía estética, porque en pìntura gobierna el pintor en cualquier caso, no existe tanto la autonomía que se da en los protagonistas de las novelas, como en esa figura de los personajes de Pirandello en busca de autor. Aunque el gobierno y conducción del arte, por parte del artista, tiene más limitaciones de lo que parece. Y es que el arte nos e domina nunca del todo. Es como cabalgar. Se llevan las riendas pero el caballo tiene su estilo, y caballo y jinete forman una estampa indivisible, así el pintor y la pintura. Tanto lo natural como el esperpento obedecen a unas leyes "Naranjo, por ejemplo, es un modelo de perfección y dominio técnico increíble, es la muestra de alguien que ama su pìntura por encima de los obstáculos que le incitarían a hacer otro modelo".

Morato es como un gran árbol, sus cuadros, sus diseños, su color, cuelgan todos del genio con ramas que engendra su personalidad humana siempre y excelsa cuando produce tocado por el duende ocasional del acierto sorprendente. Escuchando a Morato en la intimidad de la noche veraniega, en su pueblo, cuando las luciérnagas hacen gorgoritos de sombra con la luna, uno comprende que la galera a la que verdaderamente está amarado el artista es el remo del ejercicio continuado.

Y aun ejercitándose se llega a veces torpemente, aunque el resultado a largo plazo pueda ser la grandeza. Casi siempre, y aun suponiendo las cualidades básicas, tal vez ocurra que no se alcance el propósito, no precisamente por falta de talento, sino por falta de amor, es decir, por no encontrar la ocasión donde la inspiración y la técnica se den al unísono, favoreciendo así la voluntad íntima del autor. A Morato le manda, más que nadie, más que nada, el color. Su luz es el color, su guía el color, su intención viene dada en y por el tema se somete al dictamen del colorido. Los colores son en Morato su excitación "yo jugueteo con el color", confiesa.

Hay una obra de teatro, de Eduardo Criado que se estrenó en 1958 en Barcelona "Cuando las nubes cambian de nariz". Representa ésta la capacidad de ver entre la futilidad de los sueños. Así Morato es capaz de ver donde otros no ven. En las propias tablas, en la paleta de colores nacen figuras que él adorna, completa, aumentando su definición. Así que haciendo de su tarea ingenio, ataja el camino del arte y deja a la naturaleza y a la casualidad la posibilidad de hacerle parte del trabajo. Él, como un corredor de pruebas, completa, agrega, decora o suprime, siendo su obra una complicidad nacida de la casualidad, la inspiración y el toque mágico de la mano.

Formado en el oficio de ver "hay que estar en Madrid para ver pintura de todo el mundo", declara, es su mundo la ficción artística compañera de la ficción escénica. Le dejo sentado cuando el empedrado pueblerino repite mis pasos y la humedad de madrugada desliza sobre las calles puebleras el incienso perfumado de los rastrojos. Levanta su mano inmensa, ensancha su sonrisa, me despide. Es un árbol plantado en la casa del pueblo cuando el tiempo se llama paz. Le rodea su arte, acá, allá, colgado en la pared, en el caballete, le acompaña su sombra engendradora de ensueños. La pintura de Morato es su espejo sin cristal, porque la profundidad taladra el azogue.

El lenguaje del pincel sirve de dinamita para colar la rutina. Mirar una y otra vez los resultados de su larga navegación nos desliza por rutas desconocidas aptas para estrechar sensaciones. Morato, es el autor, sin duda alguna, pero el arte, su arte, vuela y se eleva por encima de Los Santos de Maimona y se hace universal. Los Santos, una ciudad extremeña donde los niños venían al mundo para aprender a pintar.

Feliciano Correa
catálogo 2002

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