EL VIGOROSO REALISMO DE MANUEL SANTIAGO MORATO
Por fortuna, las cosas no se pueden definir con adjetivos inconmovibles, ni se pueden juzgar de manera absoluta, ni siquiera calibrar sin sentir, ante so después el temor a equivocarnos. Pero a veces, cuando se escribe, aparece un título –un adjetivo– moldeando las ideas, y éstas difícilmente se libran de su influjo.
Esto nos ha ocurrido al enfrentarnos con la obra de Manuel Santiago Morato, pintor que ejerce un vigoroso realismo, que en algunos cuadros es vencido, un poco sentimentalmente, por una expresión temática.
Y, sin embargo, ahora que no tenemos presente más que el catálogo y una fotografía del cuadro que reproducimos, nos damos cuenta de que su preocupación es, sobre todo, el tema y la situación que lo envuelve. Pero quede bien claro que es sólo su preocupación, ya que su disposición es bien distinta, porque pese a esta característica; situación y tema, que nos llevaría a definir como expresionista la obra de este pintor, hay que plantearse frente a ellos otra consideración más sólida, la realización.
En efecto, no tiene nada que ver la postura sentimental que determina la pintura de Santiago Morato en su apariencia formal, con la manera de realizarla, y aquélla se olvida al contemplarlas, al analizarlas, porque el trabajo está hecho sin tenerla en cuenta. Es como si al ponerse a pintar sus pronósticos desapareciesen dejando el paso libre a una personalidad fuerte, a una posibilidad manual y hasta a una imaginación que anula el peso dramático. Y el resultado es una obra bien hecha, en muchos casos excepcionalmente hecha. Color y composición armonizan perfectamente y hay en ella un dibujo sólido que elimina el inevitable peso efectivista. La "Mujer cosiendo", por ejemplo, está conseguida a base de esos azules rosas y violetas que tantas veces acercan a los pintores a la cursilería y que en ese cuadro detienen un posible dramatismo y hasta lo libran de la vulgaridad.
Otro cuadro que se exhibe en la exposición "El guitarrista", nos recuerda a Vázquez Díaz, sin parecerse en anda, y los contornos que limitan los planos, en los que predominan los tonos ocres, hacen de esta obra tal vez la más vigorosa de toda la exposición.
El "Autorretrato" es un limpio enfrentamiento con los problemas técnicos, sin ninguna concesión al preciosismo, pese a que está realizando con la más minuciosa pulcritud.
Manuel Santiago Morato posee la suficiente formación de pintor, el suficiente dominio técnico, para ser capaz de resolver problemas plásticos sin influencias. Simplemente dejando a un lado el dramatismo y acercándose, sin prejuicios, a unas corrientes más actuales, con las que su sensibilidad estaría seguramente identificada.
Isabel Cajide
Revista Artes nº 30, enero 1963