SANTIAGO MORATO
Me atrevo a decir que hay más gracia en el brillante juego de colores y formas al que se entrega Morato, sobre todo para su deleite, que en la mayoría de los reclutas voluntarios del famoso hiperrealismo mágico. Santiago Morato, al menos, no pinta cromos, fabrica sus cuadros con muy buena artesanía y una notable disposición perceptiva del color.
Algunas de sus cosas están hechas con demasiada preocupación, pero cuando suelta la mano y dispara la imaginación, organiza unas centelleantes fiestas cromáticas, donde no están ausentes ni lo humano ni lo mágico. Es éste un realismo a mitad de proceso de cristalización, que tiene para mí un valor superior a los sobados magicismos propios de este tiempo y de esta circunstancia nuestra de penuria espiritual y de ortopedia imaginativa.
J. Cebrian
Gaceta del Arte - junio 1974