MANUEL SANTIAGO MORATO

Doce premios y varias medallas, accésit y menciones honoríficas ha obtenido Manuel Santiago Morato (Los Santos de Maimona, Badajoz 1934) en los últimos tres lustros. Y los ha obtenido sin salirse de esa vena medieval que, como la de otros pintores contemporáneos, ahonda en el carnaval eterno de la existencia, en el binomio amor muerte, en las relaciones de la gran familia humana según los criterios del Medioevo y con la misma preocupación por los rojos, los azules, los verdes y los amarillos que atormentaban a los artífices del vitral catedralicio.

Entre estos cuatro colores se desenvuelve la comedia carnavalesca, popular, fantástica y onírica de Morato, a veces actualizada (hasta cierto punto) con arlequines dieciochescos o enriquecida con flores, bodegones, interiores y exteriores que tienen mucho de sueño infantil y de sueño adulto. En esta ocasión los pequeños cuadros del pintor (treinta y seis) son aún más pequeños que de costumbre, pero sus calidades y trasparencias no pierden, pese a lo limitado de las superficies. Y es necesario insistir en la técnica de Morato, pues, atraídos por la sugestión de sus argumentos, podríamos pasarla por alto. Lo mismo que en el gran formato, el color canta, la materia y las texturas enriquecen, la línea describe. "Morato alza el telón del teatro grotesco de sus sueños y nos muestra su tramoya interior", ha escrito Mario Antolín.

Entremos, pues, sin perjuicios y perdámonos entre los personajes que pueblan estas maravillosas aventuras, entre lo soñado y lo inventado, entre lo real y lo surreal. Para intentar descubrir el misterio de estas aglomeraciones, de estos festejos en los que no falta la sorpresa de un rostro conocido, de una silla en la que ya estuvimos sentados.

José Pérez Guerra
El Punto de las Artes, octubre 1982

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