MANUEL SANTIAGO MORATO EN LA GALERÍA BALBOA

¡Bufones, cabezudos, abadesas; priores, rabizas y gigantes de guiñol; donnicanores, caracartones y altísimos señores; profesas, bobos y pasotas; rufianes distinguidos, enanos y alcahuetas; marañas, mandamases y payasos; sanchopanzas, celestinas y muñecos, fárfanos , barraganes y danzones, vegetación encendida de mil tonalidades del entrañable cosmos moratiano!

De carne y sueño, humano, íntimo, vitalista, silencioso, extremeño, encinariego, con un miajón que se desborda, es Manuel Santiago que nos muestra su mundo, los despojos y semillas de su vida, su ternura, su nostalgia, su resignación y su fe en la empresa, como un capitán del Nuevo Mundo; y lo crítica todo con astucia, sin acidez, con sorna, casi a hurtadillas, con unas veladuras pretenciosas de acallar el fulgor de la realidad y del fango.

¿Qué se encierra tras este mundo religioso/profano, claro/oscuro, agridulce de Morato, si no es una crítica social, un amable señuelo, para hacer tragar a todos lo que ignoramos, por por tenerlo tan presente?.
Y todos los personajes mirando, escrutándolo todo, inquiriendo, preguntando, observando, esbozando una mueca de desdén o de sarcasmo ¡para que no les vengan con cuentos a quienes saben tanto! Unos ojos saltones y apicarados se beben los sensuales desnudos de sus cuadros, y los bobalicones disfrutan engañando a su deseo, como tantos que presencian el festín en el que no van a participar.

Estas obras no son miniaturas, ni bocetos, ni pequeño formato, son la intimidad, el certero retrato psicológico, la emoción, la denuncia zumbona, la visión romántica pero esclarecida de uan situación real. Figurativo, de un realismo tamizado en el hondo crisol de su enraizada extremeñez. Estos cuadros son así, porque no necesitan más tamaño para hacer oir la melodía de su lenguaje.

¡Qué magnífico dibujante!.Sólo estructura bien quien dibuja con el sentido, con el cerebro y deja el pincel a su ley, y acicala cada tono y el imprime tersura a la espátula y repela la tabla, con la misma energía y delicadeza con la que tensa su arco el arquero. Los planos de luz, los volúmenes de color, e ambiente que se crea en el cuadro, tratan de disimular al gran dibujante, promocionando un mensaje incendiado de tinturas donde crepitan llamas de una convulsa belleza.

Una exposición de ternura ahoga a los eprsoajes y les esconde la palabra, pero su silencio lo rompe el color, en tormentas de azufre y cardenillo, electrizadas de verdes amarantos y violetas.

Dioses de barro, irredentos farsantes, colipoterras de lujo, misacantanos, histriones, miseriadores y desvergonzadas señoras, componen un entorno arquetípico de la parafernalia creadora moratiana. Esta pintura trasuma esos bazares bizantinos de especies, donde uno se embriaga de orégano y pigmentos y la vista se llena de aromas y pinturas, formando horizontes de turquesa y azafrán, como el arco iris que tiembla en estos lienzos.

En esta pintura, que Manuel Santiago expone en la Galería Balboa 13 de Madrid, pervive la pintura extremeña y se acrecienta y esto en Extremadura debe saberse y valorarse.

Tomás Paredes
Diario Hoy, Badajoz, octubre 1986

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